LA MASACRE DEL 54
DE MASSACHUSETS
(Este artículo se publicó en el diario El Mundo en el mes de mayo de 2002. Lo rescato para todos vosotros).
La Historia
está hecha con los fracasos y con las victorias. En este cruento episodio de la
Guerra de Secesión que enfrentó a los estados de Norteamérica en la segunda
mitad del siglo XIX, la victoria moral se apoya en una derrota militar
facilmente previsible, y se plasma en la materia especial de la que están
hechos los héroes, como Davy Crockett en El Álamo, como Custer en Little Big
Horn, como le ocurriría también, en una similar encerrona militar, al recientemente
resucitado teniente coronel McKnight en Mogadiscio. Los héroes del Regimiento
número 54 de Massachusets entraron en la Historia arrastrados por la ira contra
la esclavitud: preferían morir en el combate que vivir privados de libertad y
de derechos.
Este fue el
primero y uno de los pocos regimientos compuestos unicamente por hombres de
raza negra durante los años de la contienda civil, en la que 186.107 soldados
negros combatieron, y más de 30.000 dejaron su vida por la causa de la
libertad. Encontraron en las filas de los federales cobijo y acogida, aunque no
siempre con pulcro respeto a su condición de seres humanos, como se muestra en Tiempos
de Gloria. Su batallón es siempre el último en recibir los abastecimientos
de uniformes y armas, y cuando entra en liza solo es utilizado para saquear las
grandes mansiones de los señores aristócratas del Sur. Les obligaban a hacer el
trabajo sucio y criminal. Incluso existe la fundada sospecha por parte de los
historiadores de que su suicida misión contra Fort Wagner, en Carolina del Sur,
no fuera más que una utilización como señuelo y presa fácil para allanar el
camino de un posterior asalto con mayores garantías de éxito. En una palabra,
que los altos mandos del ejército de la Unión les lanzaron a una muerte segura.
El apocalipsis, el holocausto, el exterminio.
Los hechos que
describe con pulso narrativo certero y con interpretaciones de gran nivel Tiempos
de Gloria se inician en el otoño de 1862, cuando el gobernador de Boston
encarga, por encargo del presidente Lincoln, a un grupo de oficiales blancos
encabezados por el coronel Robert Golden Shaw la formación y adiestramiento de
una unidad compuesta por esclavos huídos del sur y hombres negros completamente
libres. Shaw está ya curtido, ha resultado herido en la batalla sangrienta de
Antietam, en la que el ejército unionista logró paralizar la ofensiva
conferedada e iniciar la segunda y determinante fase de la guerra. Los soldados
reciben la instrucción en el campo de Readville, y parten hacia el Sur para
participar en un episodio que, pese al baño de sangre, les haría célebres y les permitiría tener un
monumento que hoy conmemora su heroicidad: la toma del fuerte Wagner,
custodiado por una pequeña guarnición confederada. Los hechos son reales y el
guión de Kevin Jarre se apoya en el
libro “Robert G. Shaw and his brave black Regiment” de Peter Burchard, así como
en las cartas que el coronel escribió a su madre desde el frente, utilizadas
como inteligente voz en off y siempre con
idéntico comienzo: “Querida madre...”.
El cine
americano ha recreado con relativa frecuencia los acontecimientos de la Guerra
de Secesión, aunque no siempre con justicia histórica, porque como saben la
mentira es la grandeza del cine. Griffith inventó la escritura de la cámara en El
Nacimiento de Una Nación, la saga de dos familias considerada como el
paradigma del racismo en la pantalla, tan rechazable o tan admirable, a gusto
del espectador, como los mensajes
comunistas del cine de Eisenstein. Pero por encima de todo, arte cinematográfico
de primera magnitud. La figura del presidente asesinado por John Wilkes Booth se dibuja, con el fondo de la
contienda, en la magnífica y hoy casi olvidada Abraham Lincoln, también
de Griffith. John Ford entró en el tema en su episodio de la Guerra de Secesión
de La Conquista del Oeste y en Misión de Audaces, a la que esta
película de Edward Zwick debe mucho.
La Roja Insignia del Valor, de Huston, y sobre todo Lo que el
Viento se Llevó, del productor David O. Selznick, se inspiraron en los sucesos
del período 1861-1864. En ellas están los momentos más recordados: la batalla
de Manassas, la toma de la capital sudista Richmond, y la capitulación del
general Robert Lee ante Ulises Simpson Grant en Appomatox, previa a la entrega
de las armas por el ejército confederado. En general, Hollywood ha explotado
con prudencia el filón de su propia guerra.
El director
Edward Zwick, hasta hoy con mayor éxito como productor que por su trabajo tras
la cámara, ha debido ver, analizar y escrutar durante muchas horas a Griffith y
a Ford. Su película tiene momentos de elevado dramatismo, y no son precisamente
las secuencias de acción: cerca ya de la lucha final, los soldados celebran por
la noche en el campamento un cántico espiritual negro en el que afloran sus
miedos y sus ansias de libertad. En esos momentos íntimos, Tiempos de Gloria
logra superarse. La película muestra los tradicionales bailes de oficiales tan
queridos por Ford, el aprendizaje de los futuros infantes con un sargento
inflexible, que no por casualidad se llama Mulcahy, el mismo nombre que tenía
el sargento fordiano al que personificaba Victor McLaglen en Fort Apache,
el relato de otra encerrona mortal guiada por un oficial terco y enloquecido,
el inolvidable teniente coronel Owen Thursday con los rasgos de Henry Fonda.
Denzel Washington logró por Tiempos de Gloria su primer Oscar con el
personaje de Trip, de carácter indomable y fiero en el combate. El director de
fotografía Freddie Francis, aclamado por sus trabajos en Suspense, El
Hombre Elefante o Una Historia Verdadera, elevó también la
estatuilla.
Copyright © Víctor Arribas
Con lo que sabes de cine, a ver si encuentras alguna película que hable sobre corralitos financieros y nos cuentas como acaba. Eso sería muy interesante. En plan vidas paralelas pero en cine...jeje.... ;-) Grande como siempre.Un abrazo.
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