martes, 25 de marzo de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
martes, 11 de marzo de 2014
Raymond Chandler vs. Phillip Marlowe
Una prosa
elegante, sobria y con los adornos necesarios pero ni uno sólo más. Unos
diálogos espectaculares y llenos de viveza. Unos personajes aparentando ser
siempre lo que no son. Esas son las señas de identidad de uno de los mejores
novelistas y escritores cinematográficos de la historia, Raymond Thornton
Chandler (Chicago, Illinois, 1888- La Jolla, California, 1959). Amante de la
poesía de Walt Whitman, estuvo más de una década publicando relatos breves en Black Mask desde que el primero viera la
luz en 1933. Ahí se forjó su talento descriptivo y ahí conoció las fuentes que
alimentaron su especialización en el crimen y el misterio policial. Cuando dejó
Black Mask y se incorporó a Dime Detective su carrera cobró una
nueva dimensión.
En 1939 escribió El
sueño eterno (The Big Sleep) ya
con Marlowe como leit motiv, utilizando la técnica de aprovechar hilos
narrativos apuntados en sus historias cortas, lo mismo que hizo un año después
con Farewell My Lovely (Adiós muñeca), a la que siguen sin
apenas intervalos The High Window
(1942) y La dama del lago (The Lady in the Lake, 1943). The Little Sister (1949), The Long Goodbye
(1953) y Playback (1958) terminan de
componer la bibliografía chandleriana sobre Philip Marlowe. El
investigador privado de ficción pasa a ser muy conocido por los norteamericanos
gracias a la adaptación de Dmytryk, a la que seguirían las de Hawks y
Montgomery comentadas más ampliamente en otros capítulos, y las que merecen
mención destacada: The Brasher Doubloon
(1947) de John Brahm se basó en The High
Window, Marlowe, detective muy
privado (Marlowe, 1967) de Paul
Bogart tuvo su base en The Little Sister y El
largo adiós (The Long Goodbye,
1973) de Robert Altman en el relato homónimo mencionado. Dick Richards realizó en 1975 para Embassy un remake de la novela de
Chandler Adiós, muñeca (Farewell, My Lovely). Sucesivamente, el
rol de Marlowe ha tenido en la pantalla las facciones de George Sanders, Dick
Powell, Humphrey Bogart, Robert Montgomery, George Montgomery, James Garner,
Elliot Gould y Robert Mitchum, a los que añadiríamos a James Caan en la
producción de HBO inicialmente concebida para televisión Pooddle Springs (1998) de Bob Rafelson, basada en la novela
inacabada que terminó Robert B.Parker. Como todo buen narrador que logra su
éxito paralelo al desarrollo de la industria del cine, había sido llamado a
Hollywood para aportar ideas y escribir guiones y argumentos. Y de su pluma
nacieron o se perfeccionaron los libretos de Perdición (Double Indemnity,
1944) de Billy Wilder, La dalia azul
(The Blue Dahlia, 1946) de George
Marshall y Extraños en un tren (Strangers on a Train, 1951) de Alfred
Hitchcock
Chandler
mantuvo siempre una misteriosa ambigüedad
sobre su personaje-fetiche. Según su propio testimonio, el detective
debió nacer en Santa Rosa pasados diez o quince años del cambio de siglo. Tras
trabajar en una agencia de seguros y para la fiscalía. A lo largo de las
distintas novelas que ha poblado este taciturno investigador ha tenido sus
oficinas en diferentes localizaciones de Los Angeles aunque la más reconocible
es Hollywood Boulevard. El despacho es un prodigio de austeridad: ni un mueble,
ni unas flores, ni una secretaria. Eso sí, siempre que Marlowe llega a su despacho
hay alguien misterioso esperando dentro con intenciones de liarle en algún caso
enrevesado, y quien le avisa de la presencia del invitado suele ser el
ascensorista o el personal de limpieza del edificio. El contraste con ese mundo profesional desarraigado
es la habitación donde vive tal y como se ve en una escena de Historia de un detective: al llegar
Claire Trevor arreglada de forma exuberante, vemos a un hombre en camiseta de
tirantes, en un cuarto que tiene un sillón de orejas con las babuchas a sus
pies, y acabamos de ver al chico que limpia los cuartos recoger la ropa sucia.
Chandler humaniza a un detective mucho más humano que Sam Spade. Aunque los
aspectos puramente formales deben ser tenidos en cuenta, lo que sigue
maravillando de esta creación es el perfil psicológico de Marlowe, las muescas
que lleva la culata de su revolver y el proceso interior que ha vivido y se
aprecia a flor de piel en sus diálogos, en sus reacciones, en su forma de ver
la vida. Es un hombre marcado por el paso de dos guerras mundiales sobre su
país, desengañado y perdedor, que repudia la mentira y la hipocresía, y que
cada día en su trabajo debe ponerse delante de gentes mentirosas e hipócritas.
Es un “removedor de basuras”, en
palabras de Ray Collins. Los críticos literarios siempre han tratado de
dilucidar cuál fue el más grande entre los autores de novelas de misterio en la
primera mitad del siglo XX americano, y la disyuntiva siempre ha tenido a
Chandler y a Dashiell Hammett como litigantes.
Chandler dijo de su coetáneo Hammett cosas tal vez demasiado sinceras: “Todos los movimientos literarios son así:
se elige a un individuo como representante de todo el movimiento, por lo
general es la culminación de éste. Hammett fue el as del grupo, pero no hay en
su obra nada que no está implícito en las primeras novelas y cuentos de
Hemingway”. Por entonces, cabe deducir, también se imponían las guerras de
egos como ahora.
Una gran película: Adiós, muñeca
Copyright © Víctor Arribas
domingo, 9 de marzo de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
Oscar 2014: gravedad y esclavitud
Curiosa pregunta la que hoy nos plantean en algunos diarios
digitales. ¿Eres más de Gravity o de
Doce años de esclavitud? Entre las
dos películas han sumado diez Oscar, no hay una clara ganadora porque a los
siete de la odisea espacial le falta la guinda del gordo a la mejor película,
que como pasara en los Bafta y los Golden Globe gana al sprint Doce años… con su regusto de odisea dramática y humana,
más al alcance de nuestras mentes que ese océano de estrellas en el que
naufraga Sandra Bullock. Vaya por delante que me parece mejor película, más
importante y definitiva, la del mexicano Cuarón.
En esta nueva moda de la Academia de repartir los dos
premios grandes entre dos películas (Argo- Ang Lee el año pasado), la gran
ventaja es que al final vemos pasar por el escenario del Kodak a los
responsables de las dos producciones, ninguno queda sin subir a por su tío
Oscar. Cuarón ha estado soberbio, dirigiéndose a su fabulosa actriz que a esas
alturas de la gala ya había visto pasar de largo la estatuilla: “Sandy, ¡tú
eres Gravity!”. Su película es gigantesca, paradigmática ya, creo que supera a
la mitificada 2001, una odisea del
espacio. Merecía redondear su noche, pero el marketing norteamericano
obliga a que esto se reparta y el pastel sea más grande para repartir. Del
resto de aspirantes a mejor producción del año, sólo El lobo de Wall Street
podría aspirar a desbancarla, y una parte de la sentimental Nebraska.
Mathew McConaughey es el actor de moda. En tv y cine barre con
todo lo que toca y el público le acepta. Pero Di Caprio lo merecía por su
Jordan Belfort fuera de control. Lástima que, como alternativa, no se hayan
acordado de un veterano Bruce Dern que habría hecho flexiones sin duda como
aquel inolvidable Robert Duvall que nos maravilló a todos en su tramo final.
No había discusión a mi juicio para la elección de la mejor
actriz del año. La triste Jasmine que compone Cate Blanchett merece no éste Oscar,
sino los del próximo lustro porque será muy difícil que nadie la supere.
Gigantesca actriz, muy bien dirigida por Allen.
Y la mejor actriz de reparto también me parece un premio clavado, no
habría soportado otra estatuilla para la chimenea de Jennifer Lawrence con 23
años, sabiendo que Cary Grant nunca tuvo ese honor. Lupita Nyong’o da una
lección de emociones y heridas morales en la película del algo impostado
SteveMcQueen.
Las opciones para el mejor característico no eran enormes.
Bradley Cooper es la cara de los carteles que uno ve en la ciudad, y poco más.
Michael Fassbender merecía el premio (vista la competencia) por su negrero de
Doce años de esclavitud, pero les ha madrugado el Oscar un Jared Leto que se ha acordado de los que sufren estos días en
Ucrania y Venezuela (por cierto, ¿estaba el ministro de cultura yanqui en la
entrega de los Oscar?).
Me alegro mucho de que esa película falsa y presuntuosa que
es La gran estafa americana se haya quedado sin premio. Tras su triunfo en los
Globos, me temía lo peor. Y por lo demás la mayor ceremonia de auto venta que
ha inventado la especie humana ha rayado en lo cutre con el reparto de pizzas
de la presentadora de Generes, y ha quedado un poco deslucida en general por el
frío imposible y las lluvias que azotan la querida California.
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