The Day The Earth Stood Still. Trailer original en inglés
La producción del cine norteamericano en los años cincuenta fue prolífica en títulos de ciencia-ficción y anticipación. Ultimátum a
Pero el género también abordó las
consecuencias de la era atómica sobre las más variadas bestias. Surgen las
mutaciones amenazantes en la pantalla: hormigas gigantes en La humanidad en peligro (Them!, 1954) de Gordon Douglas, arañas
en Tarántula (Tarantula!, 1955) de Jack Arnold, cangrejos en El ataque de los cangrejos gigantes (Attack of the Crab Monsters, 1957) de Roger Corman, o monstruos
resurgidos del pasado ancestral en El
monstruo de tiempos remotos (The
Beast From 20.000 Fathoms, 1953), de Eugene Lourie. Eso, cuando la víctima
de las mutaciones no es el propio ser humano, como en El increíble hombre menguante (The
Incredible Shrinking Man, 1957) de Jack Arnold o en El ataque de la mujer de 50 pies (Attack of the 50
Foot Woman, 1958) de Nathan Juran. También Japón se lanza a producir película
fantásticas basadas en temores cotidianos de su sociedad pos-Hiroshima: Godzilla (1954) de Hishiro Honda.
UN AVISO A LA HUMANIDAD
La primera conclusión que se extrae a la vista de
este amplio abanico de la ciencia-ficción de los 50 es que Ultimátum
a la Tierra
mostraba al invasor desde el punto de vista positivo, como visitante pacifista
que lo único que quiere de nosotros los terrícolas es advertirnos del riesgo
que comporta el camino emprendido por la Humanidad. Parece que los
extraterrestres fuéramos los propios humanos, víctimas de la paranoia de
comprobar cómo más allá de nuestra narices hay un mundo inteligente y no
ofensivo a pesar de todos nuestros temores. El punto de vista narrativo se
sitúa en el invasor, Klaatu es protagonista para que el espectador sea consciente
de lo absurdo de todos esos miedos hacia invisibles enemigos, que se ponga en
el pellejo de los mandatarios internacionales a los que el personaje que
interpreta Michael Rennie lanza su diatriba pacifista. Nuestro invitado
inesperado encuentra como únicos aliados de su misión, a la postre salvar la Tierra , a una mujer, un
niño… y a los científicos , los mismos a los que Christian Niby y su socio
Howard Hawks habían colocado en situación de máximo riesgo ante un ser de otro
planeta que irrumpe en la cotidianeidad de su trabajo. Ellos son lo mejor de la especie humana y con
ellos al frente, y no con los enloquecidos mandatarios políticos, no pesa
amenaza alguna, viene a decir la película.
El relato titulado A Farewell to the Master apareció publicado en la revista Astounding Stories en el otoño de 1940.
Había sido escrito por Harry Bates, un autor de ciencia-ficción que se hizo
famoso como editor. La historia que concibió para los lectores daba mucha mayor
presencia e importancia al personaje robótico, que urbana el nombre de Gnut.
Aquí el punto de vista de la narración no está en los ojos de Klaatu, que muere
al principio de la historia, sino en un periodista que asiste a los
acontecimientos desde que se produce la llegada de la nave a Washington. Y la
otra gran diferencia entre el original y el film reside en el espíritu que
rodea a la Humanidad ,
que no es vista con pesimismo ni con necesidad crítica. Gracias a la
perspicacia de Julian Blaustein, que propuso al magnate de la
Fox Darryl F. Zanuck comprar por mil
dólares los derechos de la pequeña novelita, se abordó el proyecto para llevar
a la pantalla la aventura de Klaatu entre los terrícolas. Se encargó el guión a
un escritor experimentado en western y
cine negro, Edward North, que incluyó en guión gran cantidad de cambios
estructurales y narrativos. El título de la película cambió tres veces: comenzó siendo idéntico al elegido por
Bates, para luego denominarse Journey
into the World y finalmente The Day
the Earth Stood Still, como hoy se la conoce. La inversión de 100.000
dólares en los rudimentarios efectos visuales (el platillo volante, el traje de
látex de Gort) fueron ampliamente recuperados en taquilla. Lock Martin, el
portero del Teatro Chino del boulevard Grauman fue elegido para ponerse ese
pesado disfraz del robot que balbucea “Klaatu barada nikto!”,
una frase en clave que ha pasado a la historia del género.
ROBERT WISE Y SUS ACTORES
El director Robert Wise, nació en Winchester, Indiana en 1914 y murió en Los Angeles en
2005. En su trayectoria siempre será recordado su trabajo para la unidad de
producción dirigida por el gran Val Lewton en la R.K .O., que dio al género del terror fantástico
algunas de sus mejores obras de siempre. Wise, montador profesional del
estudio, había sustituido a Gunther Von Frisch al frente de La venganza de la mujer pantera (The Curse of the Cat People, 1944),
secuela de La mujer pantera (Cat People, 1942) DE Jacques Tourneur,
seguramente la obra maestra de ese ciclo inolvidable. Había sido el responsable del montaje de Ciudadano
Kane (Citizen Kane, 1941) de
Orson Welles y su fama ha quedado acreditada gracias a éxitos absolutos de
taquilla como Quiero vivir (I want to Live, 1958), West
Side Story (1962), y Sonrisas y
lágrimas (The Sound of Music,
1962). No obstante, su mayor influencia se mantiene por producciones mucho
menos aparatosas, más modestas y recordadas por los cinéfilos como Sangre en la luna (Blood on the Moon, 1948), Nadie
puede vencerme (The Set-Up, 1949)
o Marcado por el odio (Somebody Up There Likes Me, 1956).
Michael Rennie fue un actor
británico educado en Cambridge y formado como soldado de la RAF en la Segunda Guerra Mundial.
Intervino en grandes títulos del cine norteamericano: La rosa negra (The Black Rose,
1950) de Henry Hathaway, Operación
Cicerón (Five Fingers, 1953) de
Joseph Leo Mankiewicz, y Las ratas del
desierto (The Deserts Rats, 1953)
de Robert Wise entre otras. La heroína de Ultimátum…
es una de las actrices más prestigiosas y serias del Hollywood, Patricia Neal.
Nacida en Kentucky en 1926, fue contratada por
Warner para los primeros títulos
de su carrera como El Manantial (The Fountainhead, 1949) de King Vidor y El rey del tabaco (Bright Leaf, 1950) de Michael Curtiz. Trabajó con algunos de los
mejores directores como Elia Kazan en Un
rostro en la multitud (A Face in the
Crowd, 57), Blake Edwards en Desayuno
con diamantes (Breakfast at Tiffany’s,
1961), Otto Preminger en Primera victoria
(In Harm-s Way, 1965), y con Martin Ritt en el papel que le permitió ganar su
único Oscar ®, Hud, el más valiente entre
mil (Hud, 1963).
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