El consejero, de Ridley Scott (3/5)
Estreno en cines 29 de noviembre de 2013. Trailer El Consejero
A medida que pasan los años crece el prestigio del
octogenario escritor norteamericano Cormack McCarthy, natural de una ciudad
media como Providence en un estado del este como Rhode Island, pero vecino de
una ciudad fronteriza como El Paso en un estado periférico como Texas. Su media
docena larga de obras literarias, bañadas en éxito en los últimos diez años, han
hecho un más afilado estudio de los orígenes de la violencia y la desesperación
en América del que todos los tarantinos y rodríguez puedan destilar en décadas de películas y
guiones. En El Consejero, este Pulitzer
deslumbrante del siglo XXI que es McCarthy escribe su primer guión original
para el cine (escribió uno para televisión en los años 70, The Gardener’s Son), un libreto que mostró a los posibles
compradores interesados poco después de la adaptación de su espeluznante novela
La Carretera. Finalmente el proyecto
cayó en manos de Ridley Scott, un director que aparentemente no parecería tener
una relación estrecha con el universo mccarthiano
pero que se ha empleado a fondo en intentar trasladarlo a la pantalla al menos
al mismo nivel que ya lo consiguieron John Hillcoat o los Coen (No es país para viejos). En la película
están el espíritu de la frontera que tanto conocen quienes viven en Ciudad
Juárez o al otro lado del muro texano, está ese aire enfermo de los suburbios
que ya vimos en el Traffic de Steven
Soderbergh y la larvada violencia estilo El
precio del poder, siempre a flor de piel, entre los componentes de los
grupos de narcos que pagan sus deudas y se hacen camino cortando cabezas de
motoristas con hilos de acero colocados de un lado a otro de una carretera
desértica o degollando a sus víctimas con un dispositivo mecánico colocado
alrededor del cuello que se va cerrando hasta segar la yugular y todas las
arterias del cuello de un ser humano.
El abogado (Michael Fassbender, cada vez más asentado en el
sistema) comete un desliz: se mete en los
negocios de droga de sus clientes para poder pagarse lujos caros (el anillo de
diamantes para la mujer de la que está enamorado al límite, Laura- Penélope
Cruz). El narco Reiner (Javier Bardem) extravagante y excéntrico, no se percata
de que su amante Malkina (Cameron Diaz) le ha vampirizado hasta el punto de
suplantarle en los negocios que tiene en marcha, y planificar el robo del
cargamento a bordo de un camión que se traslada por las polvorientas carreteras
del sur, además de diseñar estratégicamente la muerte de todos los que le
separan de su objetivo. Westray (Brad Pitt) es el consejero del consejero, quien
le avisará de que lo que ha hecho mal ya no tiene vuelta atrás, como hace
también en un machadiano discurso telefónico un muy inspirado Jefe del gang (Ruben Blades) para firmar la
sentencia en vida del consigliere frustrado.
Los personajes hablan, en largos
diálogos y monólogos que inundan secuencias prolongadas en el tiempo con el
único apoyo de un guión muy sólido y construido como una bomba de relojería que
se dirige irremisiblemente hacia su explosión en la media hora final. Hasta
John Leguizamo y Bruno Ganz bordan sus apariciones episódicas.
Todo magnífico…
menos Ridley Scott. El director de Alien
y de esa joya aún no suficientemente reconocida que es Prometheus ha empleado una ingente cantidad de recursos en describir
ambientes y se ha olvidado de las almas de quienes pueblan esos ambientes, de
la justificación de sus actos trascendentales, con el paradigma de un Brad Pitt
cuya verdadera motivación en el relato nunca está del todo explicada ni
subliminalmente insinuada. Sí consigue en cambio una tensión contenida in
crescendo en la primera parte de la película, que anticipa el mencionado
estallido sangriento en la segunda mitad. Tampoco el afamado guionista y semi-auteur de esta película
contemporánea cierra como merecerían algunas subtramas planteadas y que “se
escapan vivas” como la homosexualidad de Malkina, aunque en cambio sí se nos muestra un
imposible coito de Cameron Díaz con un Ferrari amarillo despampanante, que habría
quedado más insinuante si cabe de no haber sido mostrado con un subrayado
innecesario (al principio de la narración se nos ha enseñado a Malkina subida en el techo de otro coche siguiendo
atentamente la cacería que ejecuta la
pareja de guepardos amaestrados que viven en la mansión de Reiner, como icono
premonitorio de esa relación sexual de la mantis
religiosa con un vehículo de un millón de dólares). La forma de matar de
los guepardos, su forma de perseguir a la presa hasta hincar sus incisivos en
la tráquea de la víctima, tienen mucho que ver con este personaje fascinante
que ha inventado un prodigioso escritor cuyo texto y atmósfera para The Counselor están muy por
encima de la realización y la puesta en escena de Ridley Scott.
Copyright © Víctor Arribas
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