El Lobo de Wall Street
Estreno en cines 17 de enero de 2014. Trailer El lobo de Wall Street
Ya le tienen ahí, con cara, ojos y ademanes. Ya podemos
corporeizar, aunque sea en los rasgos de un actor gigantesco, quizá ya el mejor
de su generación, a las sombras anónimas desprovistas de moral que han
arruinado a millones de pequeños ahorradores con productos financieros subprime,
llámense preferentes o como demonios quieran llamarles, con cuentas en Suiza
para eludir el control del fisco. Son como él. Como Jordan Belfort, cuyo
estigma está en todos los rincones de esta crisis que corre ligera hacia la
década para convertirse en mucho más nociva que la de 1992, más espesa y
demoledora que la del petróleo en los 70, e igual al menos de empobrecedora que
la provocada por el gran crash
bursátil de 1929 y la consiguiente Gran Depresión. En el origen de todo estaban
los personajes como Belfort, arribistas y alegales, ilegales y empeñados en
enriquecerse a costa de la miseria de sus semejantes, a los que siempre
consideró coetáneos pero nunca conciudadanos. Este Belfort que llevan al
paroxismo Martin Scorsese y Leonardo di Caprio es como los gangsters de los años 30, atraen y repelen al espectador al mismo
tiempo, deseamos su caída y su ruina a la vez que soñamos con las riquezas que
acumulan con el delito como estilete de su acción criminal. Nada que ver con el
Gordon Gekko que dibujó un demasiado partidista Oliver Stone. Este sujeto, que
existe en realidad y comercializa sus libros y conferencias a precio de oro, vende
bonos basura de empresas cochambrosas utilizando su capacidad de seducción por vía
telefónica, con el único objeto de ganar importantes comisiones a costa del
engaño. Es un vendemotos que considera, en su filosofía vital de desprecio a
sus clientes, que no hay nobleza en la pobreza y que todo vale para evitarla.
Scorsese borda la exposición de los excesos del personaje,
cuyo entorno es peor que la mafia porque
en la mafia hay honor (Uno de los
nuestros), y es peor que el juego (Casino)
porque las reglas de la ruleta son aceptadas hasta por los estafadores que las
contravienen. El director neoyorkino narra la ascensión de Belfort desde la
fundación de su empresa Stratton Oakmont en un suburbio de Long Island, y
emplea a toda la “famiglia” para tal fin: el guionista Terence Winter lo fue
también de Los Soprano, la montadora
Thelma Schoomaker lo ha sido de prácticamente toda la obra de Scorsese, y su
estrella masculina es la que ha poblado sus últimas películas relevantes desde
hace más de una década. Su descripción de las bacanales en las que se mueve el
excesivo y amoral Belfort no ahorra detalles, son fiestas con prostitutas,
cocaína, crack, alcohol… Belfort lo cuenta en su libro al que Scorsese es
sorprendentemente fiel (como hizo en Infiltrados con Juego Sucio), con una
apuesta formal que pone al espectador al borde de un ataque de nervios, como
ocurría en Al límite (Bringing Out
the dead, 1999). ¿Alguien puede explicar por qué el montaje no ha sido nominado
al Oscar? Scorsese usa la voz en off, pero rompe la posible convencionalidad de
ese recurso con interpelaciones del propio Di Caprio a los espectadores para
que crean o dejen de creer en lo que ven. En su puesta en imágenes, El lobo de Wall Street es una de las
mejores obras de su autor y vuelve a situar la calidad de su cine a la altura
de las mejores, Toro Salvaje, Uno de los
nuestros, Taxi Driver.
Es además la quinta película de Di Caprio con el genio de
Queen’s. El actor remonta hasta el infinito tras su protagónica contribución al
desastre de El gran Gatsby de Baz
Luhrman. Serán dificiles de olvidar para
los aficionados con un mínimo de memoria los discursos que profiere a su manada
de lobos en la sede de Stratton Oakmont. Ha ganado ya el Globo de Oro al mejor
actor de ¿comedia? ¿será comedia negra? Una broma del marketing cinematográfico.
Es tan autodestructivo y hedonista como
el Howard Hughes de El aviador. Tras
él, la producción ha elegido un reparto multifacético, con directores de cine (Rob Reiner, Jean Dujardin,
Jon Favreau) y nuevas estrellas por consagrar. como la prometedora Margot Robbie.
Jonah Hill es Donnie, el Joe
Pesci de la función, el lugarteniente siempre fiel al lobo de Wall Street que
asistirá a su ascenso y será traicionado en su caída. Sobresale un secundario
aislado cuya participación es nuclear para el relato, Matthew McConaughey como
Mark Hanna, cuya conversación con Belfort
a su llegada como novato a Wall Street define su personaje, su mundo de
tiburones sin escrúpulos y su amoralidad, y le abre las puertas a un infinito
de lujo, poder, vicio y corrupción. Los brokers
no escatiman mal gusto en su carrera hacia el infierno, lanzan enanos contra
una diana, comparten mujeres como si fueran objetos de usar y tirar, esnifan la
droga en el trasero de las señoritas de alterne contratadas para dar rienda
suelta a la más explícita desinhibición. La escena en el yate con los agentes
del FBI anunciando la investigación a Belfort demuestra el doble plano en que éste sitúa a
los seres humanos, en función de los billetes verdes que son capaces de reunir.
A Scorsese debemos agradecerle que con el agente Denham, Kyle Chandler, no caiga en la tentación
de abrir una historia tangencial o subtrama, dejando que su vulgar y
trasnochada existencia sólo ocurra en la mente y la imaginación, haberlo
mostrado más alá de sus miradas en el metro volviendo a casa habría sido un
subrayado fatal en el que otros muchos directores habrían caído sin dudarlo. Al
final Belfort acepta un pacto con la
Justicia para delatar a sus colegas, como en Goodfellas ,y librarse de una condena superior a los 20 meses que
pasó en prisión, como Henry Hill (Ray Liotta), que también emplea como leit motiv de su vida igualmente
excesiva la frase “no hay nobleza alguna
en la pobreza” al finalizar ese
prodigioso fresco sobre la mafia que es Uno
de los nuestros, con la que tantos paralelismos comparte.
Como juego para proponer a quien se acerque estos días a El lobo de Wall Street, intente averiguar dónde
y cómo se hace un pequeño homenaje a la película de Tod Browning La parada de los monstruos, Freaks.
No hay comentarios:
Publicar un comentario