domingo, 29 de septiembre de 2013

Londres, 2027

LOS HIJOS DE LOS HOMBRES


El mundo vive sin esperanza ante la pérdida de la fertilidad del sexo femenino. Las migraciones masivas procedentes de países del Tercer Mundo desbordan el planeta y causan graves problemas de abastecimiento de alimentos y de seguridad, de tal forma que los inmigrantes son aislados en campos de refugiados. El terrorismo de grupos nacionalistas es habitual en las caóticas calles de la City: bombas en autobuses, aceras y estaciones  han creado un clima de miedo en la población y un estado policial en el que las libertades brillan por su ausencia. La TV informa de que el ser humano más joven del mundo, un varón de 18 años, ha muerto. Pero una luz de esperanza se enciende: una joven de color queda embarazada y debe ser protegida de los radicales.

LA HUMANIDAD EN PELIGRO
            La raza humana ha sido llevada al límite de su resistencia por el cine en numerosas ocasiones. El final de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría abrieron un subgénero dentro del fantástico que albergó un ramillete de títulos sobresaliente, que en los años más recientes han tenido brillante continuación con la paranoia colectiva que ha supuesto el   11-S y sus consecuencias. En Los hijos de los hombres, convertida en hallazgo para los aficionados del cine de apocalipsis, la esperanza del futuro está en un nacimiento. Sólo la expectativa del alumbramiento de un nuevo ser arenga tanto a los activistas de los derechos civiles como a los que recelan de que sea una inmigrante afroamericana la que tenga en su vientre la semilla de la supervivencia de la especie.  Hasta ahora, era la supervivencia individual de grupos humanos reducidos la que había concitado de forma mayoritaria el interés del cine, generalmente frente a la amenaza extraterrestre como en La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1955) de Don Siegel y las demás versiones de la novela de Jack Finney,  o en La guerra de los mundos (The War of The Worlds, 1953) de Byron Haskin y su nueva versión dirigida por Steven Spielberg en 2005. Si no proviene del espacio, el temor apocalíptico tiene procedencia futurista como en Mad Max, salvajes de autopista (Mad Max, 1979) de George Miller y sus secuelas, donde el mundo quedaba sometido a un violento caos irracional. Y otras veces, como en muchas películas de la saga de los zombies o en Doce monos (Twelve Monkeys, 1995) de Terry Gillian, es un virus el que ha extendido la epidemia que hace desaparecer a hombres, mujeres y niños.



Tal vez el precedente más elocuente de esta agónica aventura en la que la humanidad corre peligro de desaparecer por infertilidad sea El último hombre vivo (The Omega Man, 1971) de Boris Sagal o su nueva versión Soy Leyenda (I am a Legend, 2007), de Francis Lawrence, con la trascendental diferencia de que en las adaptaciones de la novela de Richard Matheson el origen de la amenaza está en una bacteria o una emisión radiactiva, mientras aquí se expone bien a las claras que los humanos somos los culpables del mal que nos hará desaparecer: nos lo hemos buscado por la ambición, la lucha de clases entre ricos y pobres y la nefasta utilización de los recursos naturales que nos ofrece la Tierra.         
El director Alfonso Cuarón confesó durante el lanzamiento de la producción en el Festival de Venecia que la mayor influencia que había recibido para hacer la película fueron las noticias que cada día pueden verse en los informativos de la televisión, donde son raras excepciones los temas optimistas que rompan el augurio de un negro futuro colectivo en el planeta. Pero esa idea se lleva al paroxismo, tan próximo al cine de ciencia ficción: los viandantes pasean tranquilamente por el centro de Londres, y cuando estalla una bomba nadie parece sobresaltarse ni quedar conmovido por la dantesca escena. El terrorismo, la inmigración, el totalitarismo y la incapacidad para procrear son  fantasmas de la sociedad contemporánea que están presentes y que polarizan la tesis, la reflexión que defiende la película: una idea sobre el  fatalismo, una utopía negativa. 

CUARÓN Y LAS ESCRITORAS

La novela en la que está inspirada Hijos de los hombres no podía pasar desapercibida para la gran pantalla. La productora Hilary Shor se interesó por ella, impresionada por el cambio de rumbo de la autora Phyllis Dorothy James, muy conocida por sus obras de crímenes y famosa mundialmente por las iniciales P.D.  La escritora británica había publicado su relato en 1992, pero en aquella época no fue bien recibida una historia futurista de un mundo sin niños y sin esperanza de supervivencia.  Pero antes de que Alfonso Cuarón se interesara por él, el proyecto pasó por varios altibajos.



Cuarón viene de un país que sabe mucho de migraciones. En México el drama sacude la frontera con los Estados Unidos diariamente, lo que sin duda se refleja en el tratamiento que el director otorga a las hordas de inmigrantes que llegan a Gran Bretaña en masa. Nacido en México D.F. en 1961, el impacto de sus películas iniciales fue tan grande que el cine norteamericano le reclamó para firmar alguna de las superproducciones con  mayor despliegue publicitario en Hollywood, como la tercera parte de las aventuras del joven mago creado por otra escritora, J.K. Rawling: Harry Potter y el prisionero de Azkabán (Harry Potter and the Prisoner of Azkabán, 2004). Cuarón ya había tocado el género infantil en la adaptación de la obra literaria de otra mujer, Frances Hodgson,  en  La princesita (A Little Princess, 1995), y había incluso entrado en el recargado y apasionante mundo de Charles Dickens al llevar a imágenes su clásico Grandes esperanzas (Great Expectations, 1998), que supuso su entrada en el mercado USA y en la que lanzó a futuras grandes estrellas como Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow combinando su juventud con la maravillosa veteranía de Anne Bancroft como la inquietante Sra. Dinsmoor.  Su graduación en el cine mexicano fue un auténtico acontecimiento a este lado del Atlántico, la película Y tu mamá también (2001) con la actriz española Maribel Verdú y sus adolescentes compatriotas Diego Luna y Gael García Bernal. Sus labores como productor han aumentado una prometedora filmografía: el golpe al sueño americano que supone El asesinato de Richard Nixon (The Assassination  on Richard Nixon, 2004) de Niels Mueller y la mencionada El laberinto del Fauno.  
Cuarón comparte generación con otros cineastas de su país que han deslumbrado al mundo artístico, con nuevos realizadores mexicanos como Alejandro González Iñárritu, quien  ha sorprendido con Amores perros (2000), 21 gramos (2003) y Babel (2006),  y Guillermo del Toro que tiene también un gran prestigio por sus éxitos valorados por crítica y público: Cronos (1993), Blade-2 (2002, Hellboy (2004) y El laberinto del Fauno (2006).
           
MICHAEL CAINE Y LOS DEMÁS

            Llega un momento en la vida de un actor de prestigio, la madurez, en el que haga lo que haga está siempre por encima de los demás. Michael Caine, en el papel de Jasper, se limita a “estar” en la pantalla durante las largas escenas en que la acción se traslada a su cabaña. Jasper vive aislado en una casa de campo con su mujer inválida y rodeado de plantas de marihuana que cultiva como si fuera su pequeño tesoro oculto al mundo exterior. Pero pese a su aislamiento, es el personaje sobre el que gira todo el desarrollo de la película porque mantiene los contactos necesarios para que los activistas juramentados para salvar la raza humana  puedan poner a salvo a la joven embarazada. Caine  es uno de los actores británicos más importantes del último medio siglo, ganador del Oscar ® al mejor secundario por Hannah y sus hermanas (Hannah and her Sisters, 1986) de Woody Allen y por Las normas de la casa de la sidra (The Cider House Rules, 1999) de Lasse Hallström. No ha podido hasta ahora celebrar el premio de la Academia al mejor protagonista, aunque lo rozó con Educando a Rita (Educating Rita, 1983) de Lewis Gilbert, con La Huella (Sleuth, 1972) de Joseph Leo Mankiewicz y con Alfie (Alfie, 1966) también de Lewis Gilbert.
            El protagonista es Theo, un joven comprometido pero desencantado, que volverá a la acción para salvar una causa justa y necesaria. Clive Owen es un actor de la escuela británica, educado en la Royal Dramatic Art y cuyas principales apariciones han sido El caso Bourne (The Bourne Identity, 2002) de Doug Liman, El rey Arturo (King Arthur, 2004) de Antoine Fuqua, y Elizabeth, la edad de oro (The Golden Age, 2007) de Shekhar Kapur. Junto a él, la huida hacia la salvación tendrá como compañera a su ex mujer Julian, una Julianne Moore que pone el contrapunto interpretativo a su partenaire con su marcado acento bostoniano.  Sus mejores papeles le llevaron a cosechar nominaciones para el Oscar ®, el mismo año por Lejos del cielo (Far From Heaven, 2002) de Todd Haynes y Las horas (The Hours, 2002) de Stephen Daldry. Fue la segunda Clarice Sterling que se midió al caníbal Hannibal Lecter en Hannibal (Hannibal, 2000) de Ridley Scott). Chiwetel Ejiofor, un joven actor de la nueva generación negra,  ha cautivado a directores como Spike Lee, Woody Allen y el mismísmo Ridley Scott, con el que trabajó en American Gangster (American Gangster, 2007) . Y la actriz cuyo personaje es el centro de la historia es Clare-Hope Ashitey, la única mujer embarazada sobre la faz de la Tierra.




            Si hay una cualidad técnica que distingue a Hijos de los hombres, además de la utilización de efectos dignos del género bélico en su segunda mitad, es la fotografía gris y mortecina de un Londres sumido en la depresión y el apocalispsis. Es obra de Emmanuel Lubezki, operador de las magistrales imágenes de El nuevo mundo (The New World, 2005), de Terrence Malick, y de varios de los títulos dirigidos por Alfonso Cuarón. También colaboró con Tim Burton en Sleepy Hollow (Sleepy Hollow, 1999), con los hermanos Coen y ha dirigido la fotografía del documental sobre los Rolling Stones Shine a Light (Shine a Light, 2008) de Martin  Sscorsese.  

Copyright © Víctor Arribas

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